Comienza un nuevo año y, con él, se abren también nuevos horizontes y se vislumbran nuevos desafíos. A continuación, enumeramos los tres principales retos a los que el Tercer Sector deberá enfrentarse en 2024:
- Invertir en tecnología
En un panorama de constante cambio y cada vez más competitivo, la tecnología desempeñará un papel fundamental para garantizar la adaptabilidad, la resiliencia y el éxito de cualquier organización sin fines de lucro. Y los motivos son múltiples, desde la eficiencia en la creación de contenido audiovisual para dotar la página web, redes sociales, email marketing, etc., hasta la seguridad informática. Y, por supuesto, la tecnología será capital en todo lo relativo a la captación de donantes, a la adquisición de datos de contacto y su debido almacenamiento y utilización. Adquirir datos de donantes es importante, pero lo que se puede hacer con ellos (cómo extraerlos para obtener información valiosa) es igualmente importante. Cuando la tecnología «mapea» cientos de miles de puntos de datos y utiliza inteligencia artificial e inteligencia empresarial para generar información que pueda informar su alcance, su enfoque de recaudación de fondos y gestión de donantes se basará en conocimientos, no en conjeturas. En definitiva, se trata de un desafío idéntico al del sector privado, pues la revolución tecnológica afecta a ambos por igual.
Por supuesto, la incorporación de la Inteligencia Artificial en el paquete digital será una herramienta sin la cual las organizaciones sin ánimo de lucro difícilmente podrán ser competitivas.
2. Contar buenas historias
Esta no es una tendencia nueva, y quizá resulta un tanto cliché, pero la narración de historias como enfoque es absolutamente capital en el «branding» de cualquier organización. Y el Tercer Sector no es una excepción.
Lo novedoso radica, sin embargo, en que la historia que las organizaciones cuentas ya no es la propia sino, cada vez más, la de aquellas personas que se están beneficiando del impacto de su trabajo.
3. Impacto medible
Para la comunicación ad extra —público en general y potenciales donantes— y ad intra —donantes actuales, consejo de administración, patronato, equipo, etc.—, y la preceptiva o recomendable rendición de cuentas, resulta imprescindible medir el impacto real de las acciones que lleva a cabo una organización, de sus informes, proyectos, actividades, etc. Asimismo, es cada vez más importante presentar indicadores observables —y, por ende, medibles— en la propuesta de cualquier proyecto si se desea articular un «pitch» con probabilidades de éxito en materia de financiación, socios, etc.
Este punto es especialmente difícil —más aún en el ámbito de los think tanks, donde la medición del impacto de las ideas prácticamente obliga al empleo de algún proxy— pero se está convirtiendo rápidamente en una licencia para operar en este mercado. De nuevo, se trata de un elemento también compartido por el sector privado, que lleva algo de ventaja al Tercer Sector en materia de medición de impacto. En particular, en el ámbito de la medición de intangibles y, sobre todo, en materia de reputación.
Como todo desafío, estos tres elementos reflejan también una enorme oportunidad para aquellas organizaciones que sepan integrarlos cuanto antes en sus protocolos de actuación, otorgándoles una ventaja competitiva fundamental.