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[ Causas nobles y ventajas competitivas ]

Los que trabajamos en el Tercer Sector y, en particular, en un segmento cargado en valores, con una visión antropológica definida y una brújula que marca un claro norte moral, somos verdaderamente afortunados. Lo somos porque ayudamos a un ecosistema de personas y organizaciones que tratan de avanzar causas nobles que compartimos. De esta manera, trabajamos por nuestros valores y nos ganamos la vida con ello.

Sin embargo, la gran fortuna de poder dedicarnos profesionalmente a todo esto también encierra una serie de desafíos y tentaciones, de entre los que destacan 3:

  • El primero es revertir el orden arriba señalado. Con relativa frecuencia, las organizaciones nacen para avanzar ciertas causas nobles pero, al hacerlo, también deben mantener la cuenta de resultados saneada. Así, la tentación de poner la causa al servicio de la organización, y no al revés, siempre está presente. En ese sentido, conviene tener muy claro el orden: trabajar por la causa, y ganarnos la vida haciéndolo; y no ganarnos la vida gracias a las causa. Semejante instrumentalización conduce a la frustración por parte del sector en su conjunto, a la celebración por parte de los adversarios ideológicos, y a la perversión de la misión fundacional de la organización en cuestión. Esto, todo sea dicho, no entra en conflicto con la constatación de que este es un mercado competitivo como cualquier otro. Sin embargo, la competitividad de una empresa debe radicar precisamente en lo bien que avanza la causa noble para cuyo servicio nació.
  • En línea con lo anterior, resulta asimismo problemático cuando las organizaciones avanzan la marca sobre la causa. En una situación ideal, las organizaciones podrán hacer crecer su marca, renombre, prestigio, cuenta corriente, etc. y, a la par, avanzar el sistema de valores para el que trabaja. Sin embargo, en ocasiones, que avance la causa es incompatible con el crecimiento de la organización. Es más, velar por los intereses de la organización pueden incluso ir en detrimento de la causa. Así, conviene recordar que (1) la «causa» noble que alumbra las organizaciones de este sector va siempre primero y es irrenunciable; y (2) que las organizaciones lo suficientemente valientes como para comprender esto, terminarán, en el medio y largo plazo, por salir beneficiadas precisamente por su lealtad a la causa.
  • Por último, existe una paradoja quizá insalvable. Una paradoja que se observa tanto en la sociedad civil como, muy especialmente, en los partidos políticos. A saber, que las causas nobles se convierten en ventajas competitivas. El buen hacer de las organizaciones en calidad de embajadores e impulsores de unos valores determinados hace que éstas tengan un gran interés en erigirse en referencia aún contra la causa, en línea con los dos puntos anteriores. Y esto puede llevar también a su deseo de «monopolizar» estas causas nobles, poniéndolas así al servicio de las organizaciones e impidiendo que sean compartidas por el mayor número de partidos políticos posible o por capas más amplias de la sociedad. En otras palabras, las causas nobles se convierten en ventajas competitivas. Esta es la receta para el desastre, pues mientras que las primeras deben ser compartidas, las segundas deben ser retenidas, pues su democratización significa su pérdida. Así, organizaciones que a priori nacieron para levantar ciertas banderas, terminan haciéndolas jirones. Banderas que son suyas en exclusiva, pero que apenas se elevan del suelo. El verdadero drama de este sector.

En definitiva, estos son tres desafíos o dilemas con los que este sector se enfrenta cada día y, en particular, en periodos de gran ebullición política o inestabilidad social. La respuesta a estos desafíos no es simple, sino enormemente compleja. Por mi parte, creo que el mero hecho de tengamos presentes estos desafíos y que éstos remuevan nuestras conciencias ya es muy positivo. Señal de que vamos por buen camino.

Juan Ángel Soto Gómez

Fundador y CEO de Fortius Consulting