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[ Navidad y filantropía ]

Sobre la Navidad

En apenas unos días, la frenética actividad profesional en la recta de fin de año llegará a una abrupta pausa. ¿El motivo? Nochebuena y Navidad, seguido de una meseta de tranquilidad hasta Nochevieja y Año Nuevo —que se prolongará hasta Reyes en muchos países dependiendo de su tradición—. Esta pausa y paz es causa y consecuencia de un tiempo de reflexión y celebración a partes iguales; caracterizado por una mayor cercanía con la familia y amigos, y un sentimiento compartido de felicidad y armonía. Todo ello, a su vez, encuentra su justificación en un elemento capital si bien es cada vez está más difuminado en el imaginario colectivo. A saber, que la Navidad es la fiesta que conmemora el nacimiento de Jesucristo. Un día de radical importancia para los cristianos porque se celebra que Jesucristo, el Hijo de Dios “por nosotros los hombres y por nuestra salvación bajó del cielo, y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María la Virgen y se hizo hombre” (Credo Niceno-Constantinopolitano).

La venida del Hijo de Dios a la tierra es un acontecimiento tan inmenso que Dios quiso prepararlo durante siglos, y nosotros celebrarlo por siempre. Aunque parezca que esto ya no es así en la era del consumismo y en las sociedades secularizadas de nuestro tiempo, la inspiración cristiana de la Navidad sigue presente —en ocasiones, aún desconociendo este origen— en muchos ámbitos de nuestra vida personal y profesional. La vida familiar es un ejemplo, el sentimiento de generosidad y agradecimiento, otro.

El cristianismo ha influenciado a las personas y las sociedades en su conjunto mediante la promoción de valores como el amor al prójimo, la compasión, la justicia y la igualdad. Estos valores son fundamentales en las enseñanzas de Jesucristo y han sido fundamentales para el desarrollo de muchas instituciones y prácticas en la sociedad civil.

De forma similar, desde sus inicios, el cristianismo ha fomentado la caridad y el servicio a los más necesitados. Además de su labor apostólica-formativa y de la administración de los sacramentos como misión principal, las iglesias y organizaciones cristianas han estado al frente de la provisión de servicios sociales, desde la atención médica y la educación hasta el apoyo a los pobres y marginados.

Navidad y fundraising

Es precisamente esta visión cristiana y los sentimientos de generosidad y caridad que despierta en el corazón de las personas la que se pone de manifiesto en la actividad de fundraising de las organizaciones sin ánimo de lucro, que buscan capitalizar este momento del año.

En EE.UU. los donantes dan el 24% de sus donaciones anuales a organizaciones sin fines de lucro entre el Día de Acción de Gracias y el Día de Año Nuevo (Estudios del Centro de Filantropía de la Universidad de Indiana). En Occidente, en general, la mitad de las organizaciones sin fines de lucro reciben más del 25 % de las donaciones anuales entre octubre y diciembre (Encuesta sobre recaudación de fondos para organizaciones sin fines de lucro). Los donantes están más activos y las organizaciones lo saben y articulan campañas, mensajes, etc. para conseguir esas donaciones. No cabe duda de que, junto al ‘espíritu navideño’ que mueve a los donantes estas fechas, hay otros elementos que también son de gran importancia. En especial, el cierre del año fiscal y el hecho de que estas donaciones no sólo suponen una minoración de sus beneficios con el consiguiente reflejo en el impuesto de sociedades, sino que en la mayoría de casos también traen consigo una desgravación fiscal.

En definitiva, la Navidad es época de fundraising. Pero, sobre todo, es época de filantropía, que es lo que subyace a la actividad de donantes y donatarios por mucho que en ocasiones ambos términos se empleen —en la jerga del sector— de forma intercambiable. El fundraising no es sino una consecuencia de la filantropía entendida en su sentido genuino. En particular, la filantropía cristiana.

Filantropía como valor cristiano

El término «filantropía» deriva de dos raíces griegas, philos (amor, afecto) y antropos (humanidad). Por tanto, la palabra refleja esa disposición en la que uno está inclinado a amar a su prójimo, independientemente del interés propio. Las formas del término griego filantropía se encuentran varias veces en el Nuevo Testamento.

En los Hechos de los Apóstoles, Lucas emplea el sustantivo de la disposición de los ciudadanos de Melita (Malta). Estas personas benévolas demostraron una «bondad» (filantropía) poco común hacia Pablo y sus compañeros de viaje cuando fueron arrojados a la costa de la isla durante una violenta tormenta en el Mediterráneo (Hechos 28:2). Una forma adverbial del término se encuentra en también en los Hechos cuando describe el comportamiento de un centurión cuyo nombre era Julius, quien había sido enviado a custodiar a Pablo mientras el apóstol era transportado a Roma para la apelación de su caso ante la corte imperial. Julio trató a Pablo «amablemente» (philanthropos – humanamente), permitiéndole visitar a amigos cristianos que se ocuparían de sus necesidades (Hechos, 27:3).

Sin embargo, el filántropo definitivo es precisamente Jesucristo, cuyo nacimiento celebramos estos días. La llama de la filantropía es innata al espíritu humano, como resultado del reflejo que el hombre hace de la imagen de Dios. Una llama casi extinguida a lo largo de los siglos por el pecado y que a la que sólo Jesucristo devolvió su brillo e intensidad. 

Así, estos días conviene recordar una verdad perenne; que “nosotros amamos porque él nos amó primero” (1 Jn. 4:19).

¡Feliz Navidad!

Juan Ángel Soto Gómez

Fundador y CEO de Fortius Consulting